Carta DEL cuerpo…
Querido «dueñ@» (je je…), dos puntos…:
Soy tu cuerpo. Más bien soy el aspecto de ti que es cuerpo. Sin mí no tendrías existencia física en este planeta que llamáis Madre Tierra.
En el encabezado de esta carta, que seguro no te esperabas, pongo dueñ@ entre comillas y después me río porque yo no te considero mi dueño. Sólo tú tienes esa malformación en «tu» mente egoica. Porque… ¿es tuya esa mente de la que tanto te ufanas o es más bien nuestra? ¿o somos ambos de ella?
Los pensamientos, las fantasías, los recuerdos, las imágenes que de pronto te inundan la conciencia o que buscas con ahínco en un pensar francamente pobre -me atrevo a decírtelo así de claro-, ¿son tuyos, míos, nuestros o de no se sabe quién?. ¿O quizás juntos somos parte y aspectos de algo máscompleto que nos conforma y da forma? Quizá, podrías comenzar a verlo y vernos de esta manera…
Y las emociones ¿son tuyas, mías o nuestras? No me negarás que las vives a través de mí.
Sin mí no hay emoción: siempre las disparan eventos externos o internos, pero también siempre las vives, sientes, bloqueas, exageras y expresas a través de mí, con la colaboración permanente de mis órganos, músculos, nervios,… y todas sus funciones. ¿Que no te habías dado cuenta? Pues ya va siendo hora, mujer…
También puede que sea bueno que empieces a hacer caso de las miles de señales que te doy constantemente: las sensaciones, nuestras intrínsecas y maravillosas sensaciones. Ya sé que te educaron para controlarlas, lo sé, y eso nos ha hecho mucho daño a l@s dos. Sin embargo, están ahí como pequeños o grandes faros internos que nos hablan de nuestras necesidades. Y es imprescindible escucharlas para mantenernos sanos. Para recuperar(nos) en salud. Se trata de escuchar la sensación sentida, de no anestesiarla o inhibirla. Es posible. Cuesta un poco recuperarla en algunos casos: insensibilización, traumas y estrés posttraumático, inhibición del impulso, … Pero es posible.
((Esto lo dice Beatriz: «Uy, un ‘pero’ en una frase de una gestaltista!!». Pues sí, a veces son útiles y adecuados. No hay normas universales; normas no, leyes sí, las naturales. Cierro paréntesis))
Sí, nuestras sensaciones y nuestras necesidades. No podemos seguir viviendo al margen de ellas. ¿Qué sentido tiene, pongamos por caso, comer sin tener hambre o hacer el amor sin ganas, porque «toca»? ¡Ya me dirás! Y tantas veces me has obligado a hacer cosas de ese tipo, son incontables. Como cuando te enfadas porque te duele la cabeza o la tripa de tanto «lo que sea», y en vez de aprovechar el dolor para tomarte un respiro y relajarte un poco, en seguida pones remedio, tu tipo de remedio rápido para seguirnos exigiendo a nuestra cabeza y a mí a rendir como tú deseas, caiga quien caiga. Gran egoísta… pero si al final vamos a caer todos, porque ¡somos juntos! El caso, chic@, es seguir las normas u órdenes aprendidas, tragadas, y con las propias no tomarte la molestia de contrastar y constatar lo que conviene o no en cada momento. Un tanto robotizados sí que andamos, si te lo paras a pensar, ¡qué pena!
Quizás puedas desaprender un poco de esa basura de condicionamiento al que nos sometieron durante toda la infancia y adolescencia: no mostrarse agresiv@; no mostrar debilidad ni fragilidad (¡y cuántas filigranas nos han sido necesarias para llegar a esconderlas hasta de nosotr@s mism@s…!); no mostrar los afectos y emociones en público, tragárselos si hace falta al precio que sea, más de lo mismo ¿no?); no bostezar sin poner la mano ante la boca, no eructar (¡qué maleducación, por dios!) y mucho menos tirarse pedos, ¡uy, eso sí que no, con lo que huelen y la vergüenza que te hacen pasar: mejor «enlatarlos» en el final del colon, aún a costa del dolor que producen. “Te lo aguantas…”.
Y así una larga lista hasta , y con ésto llego a la madre del cordero en un doble salto mortal…, respetar y honrar a los padres que te dieron la vida… incluso en el caso de que te la estén amargando para siempre-jamás con tratos vejatorios, humillantes, torturantes, física, afectiva y/o mentalmente, generadores de infelicidad y locura hasta que te las planteas honestamente. Las sufrimos ambos, tú y yo, la infelicidad y la locura quiero decir. Hay casos en los que el maltrato o la simple atención deficiente está mezclado con buen trato y verdadero cariño. Me gusta acariciar esta idea y creo que, en realidad, la mayor parte de los padres aman a su prole… aunque no los quieran «bien del todo» por sus propias carencias y cegueras. Es muy raro eso de bienquerer y respetar al 100%, raro en el sentido de poco común, por lo que se ve. Otra gran pena.
Cuando se dan a la vez el amor, su falta en la modalidad que sea (incluída la sobreprotección) y el miedo que genera la falta de amor… cuando andan todos mezclados hace falta un verdadero trabajo de filigrana para SEPARAR EL TRIGO DE LA PAJA. Pero al menos hay dosis del sentimiento esencial. Sufrimos, yo también contigo, o tú en mí,…. a veces me resulta difícil expresarme, me siento torpe con las palabras, lo mío son las sensaciones, ahí no hay error y son lo que son. Soy lo que soy, un cuerpo, complejo pero sin tanta vuelta neurótica como tú. Y no pretendo juzgarte con ésto, hay mil motivos que te han hecho desnaturalizarte de esa forma,. Con lo que me enfermo. Pero sí pretendo que no me condenes a seguir mal pudiendo estar bien tú y yo. No quiero renunciar a eso. Y sigo esperando que tú tampoco.
Habrá que soltarse la melena un poco y buscar formas de reconciliar, al menos en mínimos, mis necesidades con las tuyas, y poner en cuestión las normas aprendidas y tragadas con vaselina. Al menos eso te pido. Creo, confío realmente en que podemos aprender a vivir mejor sin tanta porquería de ideas y programas tragados que son antisaludables, física y mentalmente.
Necesito que me atiendas, que me cuides como yo te cuido a ti siendo fiel a mi naturaleza, que salgamos a pasear por la bendita y olvidada Naturaleza de la que formamos parte. Necesito que cambies tus hábitos con respecto a mí. Necesito que me des movimiento, que bailes, que cantes, que te rías y que llores si necesitas llorar; no soporto horas y horas en las mismas posturas sin que me estires y relajes, ni que te tragues por sistema tus emociones,… luego viene el dolor, que es mi forma de decirte «¡¡ay, acuérdate de mí un rato y dame vidilla!!».
Necesito que comas cosas sanas y nutrientes, que cubran todas nuestras necesidades nutritivas para funcionar bien. Seguro que no le pondrías a tu coche diesel otra cosa que gasoil en el depósito esperando un óptimo funcionamiento. Pues me pasa igual… pero más complicado porque mis células, órganos y sistemas son infinitamente más complejos que el motor de un coche. Y más valiosos, hay que decirlo. Es tu responsabilidad tenernos a punto y en buen estado de salud. También necesito que me des agua para beber cada vez que siento/sientes sed; ya sabes que la mayor parte de mí es agua y es necesario que repongas la que pierdo por mi metabolismo. Sin agua, lo sabes bien, no hay vida; sin agua me deshidrato y colapso, todo me resulta más difícil; Y YO QUIERO VIVIR Y QUE SEA MÁS SENCILLO. Puede serlo si tomas mayor conciencia de ti, de mí.
Para ello también me resulta absolutamente imprescindible tener descanso. Soy una «pila orgánica» con mucha necesidad de descanso para recargarme, te guste o no. Si no, nos estresamos tú y yo, un mal negocio lo mires por donde lo mires. De 24 horas de cada día al menos 6/8 de sueño, según los biorritmos, además de alguna más de no tener que rendir «a tope» como te has malacostumbrado.
Sé que puede haber alguna excepción; estoy tan maravillosamente diseñado que puedo soportar situaciones extremas de vez en cuando, ¡pero no a diario, por dios!… que hay cosas que «NO HAY CUERPO QUE LAS AGUANTE», nunca mejor dicho!!! Miremos en algún momento cuánta de tu actividad, a la que me obligas adictiva y tiranamente, es realmente necesaria o sólo fruto de las exigencias inhumanas de tu ego mandón, siempre deseoso de más: más trabajo, más juerga, más estímulos -¡como si viviéramos con pocos!-, más éxito, más intensidad, más sufrimiento, más inacción por pereza, más, más, más de «lo que sea»… Me tienes fritito con tanto más!!
A mí me encanta estar ocioso de vez en cuando, porque siempre estoy trabajando con tanto bombear sangre, tanta digestión y demás asuntos fisiológicos que me conciernen naturalmente, a lo que hay que sumar tu trabajo, tus prisas, tus excesos, tus sustos (esto es un no vivir, chic@!), movimiento de aquí para allá, y la cantidad de cosas que me obligas a hacer sin contar conmigo para nada. ¡Basta! Necesito que me regales más calma. Creo de veras que nos sentará muy bien a los dos y a todas las otras partes de ti.
Necesito también que me des aire limpio. Todo el que pueda ser, y de cuanta mejor calidad sea, mejor. Me es y te es imprescindible respirar a pleno pulmón todo lo que nos va ocurriendo. Ya sé que algunas situaciones te dan miedo o angustia o pereza o lo que sea y optas por respirar «flojito» para sentir menos, incluso (¡¡horror!!) para no sentir en absoluto,… o te disparas en un caballo desbocado de ansiedad, sin reconocer quienes somos, sin darte demasiada cuenta de que lo único que generas es dejar lo que tratas de evitar para más adelante, dañándome, y además, probablemente agrandado, bien escondido en mis entrañas oscuras, en nuestros músculos sobreexigidos, en tu inconsciente que está en mí.
Por último, necesito contacto con otros cuerpos, sentir el placer de los abrazos, la valoración y la ternura de una mirada compartida, sentir la tibieza de otra piel, siempre lo hemos necesitado, desde que nacimos (entonces tú y yo éramos «pura necesidad» y nadie nos lo echaba en cara; nos las cubrían toditas, o casi todas, y más o menos rápido a la que llorábamos o hacíamos notar que no estábamos bien. Eran otros tiempos, AY!!…), y ahora sigo necesitando el contacto con nuestros semejantes, aunque siendo un cuerpo adulto de un humano adulto pueda posponer esta necesidad por haber otras prioridades en juego habitualmente…. Pero se trata de posponer un rato ¡¡no de dejar sin atender eternamente, por Dios!!
A propósito de esta palabreja: ya sabes que la eternidad no va conmigo o yo no voy con ella, ni siquiera se me ocurre aspirar a ella. Tengo bien claro que igual que nací, moriré. Como todo lo que nace. Soy un vestido, un traje para esta extraño paseo por esta extraña vida. Yo ya hago mi parte lo mejor que sé, es cosa tuya -en este caso sólo tuya- apañarte con el alma que va con nosotros en esta vida. A la que servimos en nuestro viaje de encarnación para acercarnos al Espíritu que en verdad eres eternamente. No puedo ayudarte en eso más de lo que ya hago, que es hacer lo que me toca hacer, dándote “toques de atención” con los síntomas y enfermándome cuando no estás alineado con ella, “nuestra” alma, para que te pongas las pilas de cuidarnos mejor. Me limito a ser un vehículo pasajero. Te pido, pues, que busques y recibas el contacto y el abrazo con otros humanos en esta vida presente, al único precio de mostrar tu/mi necesidad, ofreciendo también nuestro contacto y abrazo a esas personas que son tus elegidas, con quienes compartes trazos de vida… y contacto, por favor.
Por ahora no tengo mucho más que añadir. ¡¡Uf, me he agotado con tanto discurso sesudo!! ¿Qué tal si nos damos un buen baño o un paseo relajante?
Un cariño muy grande de este cuerpo que soy tú, aquí y ahora. Allá y entonces ya no.
Cuídate/me, lind@!! 🙂
Beatriz Domínguez Lorenzo. Octubre 2010. (Revisado en enero 2018 para su publicación en la web que no parecía llegar nunca y que por fin toma además de forma, contenidos)