Me ocupo hoy de hablar acerca de qué función cumple la psicoterapia dentro del amplísimo espectro de terapias que existen hoy en día en el mercado de la salud psicofísica y espiritual.
Y lo hago desde una perspectiva de casi 30 años de práctica profesional. Con muchas etapas diferentes en ese largo camino: desde la simple necesidad de ser acompañada por un otr@ que se hiciera eco inteligente y respetuoso (no siempre fue así) de mis devaneos neuróticos… hasta no necesitarlo ya en esa manera y seguir mi proceso con las herramientas y, sobre todo, con la actitud adquirida para continuar el camino, además de añadir muchas otras herramientas válidas para ello. Y me interesa sobre todo señalar los estados por los que atravesamos los psicoterapeutas respecto a nuestra misma práctica clínica.
Creo que demasiadas técnicas y enfoques son llamadas terapia: la misma psicoterapia (todas la humanistas, las cognitivo-conductuales y hasta el psicoanálisis), la terapia floral, la osteopatía, la homeopatía, las limpiezas energéticas y de aura, el trabajo con los chakras, la holosíntesis, la terapia con cristales y hasta las terapias con ángeles…
Del Diccionario de la RAE: Del griego. θεραπεία therapeía. 1. f. Tratamiento de una enfermedad o de cualquier otra disfunción. Terapia contra el sida. 2. f. Tratamiento destinado a solucionar problemas psicológicos. Terapia familiar, matrimonial, para superar la timidez, etc.
De la página «Definición de» extraigo la de la palabra psicoterapia: «… por otra parte, consiste en un procedimiento basado en la comunicación entre un «psicoterapeuta y un paciente, donde éste último acude en busca de ayuda para resolver afecciones mentales de variados tipos e intensidad.»
O sea, que según la definición de la RAE el campo de la terapia es amplísimo y según una definición más centrada en la misma psicoterapia no tanto. Ya tenemos una fuente de confusión aquí donde no me meteré más a fondo. Sólo trataba de reflejar esa contradicción.